La cenicienta que no quería comer perdices!

miércoles, 10 de octubre de 2012

Y a mí, ¿quién me cuida?

El 75 por ciento del cuidado infantil en la ciudad de Buenos Aires está a cargo de mujeres y sólo un cuarto en manos de varones. La desigualdad a la hora de cuidar a niños, niñas y adultos mayores es evidente en la tarea todavía más invisibilizada del trabajo femenino: cambiar pañales, ver carpetas, bañar, alimentar y un etcétera que no termina más. Las investigadoras Eleonor Faur, Valeria Esquivel y Elizabeth Jelin realizaron una tarea en donde se visibilizan las dificultades de los sectores populares y medios para trabajar y llevar adelante la crianza de sus hijos e hijas.
   

 Por Luciana Peker
Una mujer le cambia los pañales a un bebé: cuida que no se caiga, que no se desparrame el enchastre, que el bebé se incomode por el menor tiempo posible, que la cola no se irrite, que se entretenga con un juego mientras se lo limpia, que el pañal y el óleo calcáreo estén cerca para no tener que estirar una mano lejos y sostener al bebé con la otra mano) uf, eso es parte de cambiar a un bebé. Un varón abraza y cambia a su hijo en medio de una tarde de verano (eso implica sacar y poner las zapatillas, llevar un bolso con ropa extra por si se moja o se ensucia, lograr que el niño se quede quieto y conseguir la misión prometida). Una mujer mira a su hijo bañar (lo observa para que no se levante, lo convence de enjabonarse, lavarse el pelo y, mucho peor, dejarse sacar el shampoo estirando la cabeza para atrás con tal de que no le caiga ni una gota picante en los ojos, lo entretiene con una timba de juguetes acuáticos y ya tiene preparado el cepillo para peinarlo y el chupete para calmarlo). Una mujer le da un yogurt a un bebé (pero antes le puso el babero, una tarea que puede irradiar una ola de llanto o implicar un simple nudo) y lo montó sobre una sillita llena de juguetes para que en el tiempo que transcurre de la heladera a la cuchara y de la cuchara al avioncito el bebé esté siempre entretenido con botones para tocar y colores para mirar. Una mujer mayor apoya sus manos en la bacha para que una nena se lave las manos (una frase que se puede decir una o diez veces, o que puede ser un simple goteo si no se relojea que realmente el jabón pase por las manos). Una mujer le lava los dientes a la niña (es maestra jardinera por el guardapolvo pero entre sus misiones está hacerle abrir la boca grande y aunque quiera cerrarla lograr cepillar cada muela y cada diente, tal vez por eso su mano está tan firme sobre la cabeza de la nena). Una chica pasa el peine (mientras la nena que pone el pelo pone también cara de tortura china mientras frunce todos los músculos de su cara), pero ella no se amedrenta ante nudos ni rabietas hasta que el cepillo pase como si nada.
Estas son algunas de las imágenes cotidianas que tomó el fotógrafo e investigador Matías Bruno en su ensayo fotográfico “Coreografías del cuidado”, que forma parte del libro Las lógicas del cuidado infantil entre las familias, el Estado y el mercado, que editaron Valeria Esquivel, Eleonor Faur y Elizabeth Jelin. La publicación contó con el apoyo del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES); el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). En la Ciudad de Buenos Aires sólo un cuarto del cuidado infantil está a cargo de los varones, mientras que el 75 por ciento de esas infinitas tareas cotidianas les corresponde a las mujeres. Y, a pesar de que la mayoría (65 por ciento) trabaja afuera, también gran parte (60 por ciento) trabaja adentro del hogar. En total, ellas le dedican entre tres y cinco horas exclusivas al cuidado de los hijos/as, y los varones entre una y dos.
Las diferencias son claras. En Clarín porteño, por ejemplo, el año pasado se publicó, en la sección “Definición”: “Tareas domésticas: lo que hace una mujer y nadie lo nota, pero si deja de hacerlo, todo el mundo lo advierte enseguida”. El planteo que no se advierte es por qué las tareas domésticas –esas que se borran tan rápido como un plato lavado vuelve a ensuciarse– tienen que estar en la esponja de una dama.
De hecho, cinco de cada diez argentinos/as todavía creen que el rol más importante de la mujer es, “por su naturaleza”, cuidar de su hogar y dedicarse a la crianza de los hijos, según una nota de Mariana Carbajal publicada en Página/12 el 27 de marzo del 2012, con datos de una encuesta nacional de la consultora Ibarómetro, en donde seis de cada diez entrevistados/as reconoce un ambiente machista en la Argentina. Y por casa, ¿cómo andamos? “En el 50 por ciento de los encuestados/as, el esquema más adecuado es aquel en el que el hombre y la mujer trabajan lo mismo y los dos se ocupan por igual del hogar y los hijos. La mitad restante se inclina por alternativas más asimétricas: casi un 32 por ciento elige que “la mujer trabaje menos y se ocupe más del hogar y de los hijos”, y un 16,5 por ciento prefiere el modelo “más tradicional”, donde sólo el hombre trabaja y la mujer se encarga completamente de las tareas domésticas y los hijos”, señala Carbajal.
Sin embargo, el debate sobre el cuidado y el uso del tiempo en la crianza y las tareas hogareñas está invisibilizado en la sociedad. Y pareciera que esas largas horas que se pasan mientras el peine fino se traba o el bebé se despierta de noche o hay que llevar una torta a la feria del plato de la escuela o recoger la plata para el Día del Maestro/a se evaporaran como si todo ese esfuerzo no existiera. Por eso, esta investigación es una forma de instalar, al menos, el debate en el marco público. “Las lógicas del cuidado responden a patrones sociales y culturales de relaciones entre géneros y clases sociales. En primera instancia, es en el ámbito del hogar en el cual se organizan y definen las responsabilidades del cuidado de sus miembros. Pero el cuidado no sólo se provee en el ámbito familiar”, resalta el libro de las autoras Valeria Esquivel, doctora en Economía e investigadora de la Universidad de General Sarmiento; Eleonor Faur, licenciada en Sociología y oficial de Enlace del Fondo de Población de Naciones Unidas en la Argentina (Unfpa) y Elizabeth Jelin, investigadora superior del Conicet con sede en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES).

¿Cuáles son las principales conclusiones de la investigación?

Valeria Esquivel: Hay un discurso en los países centrales en donde no importa el tiempo sino la calidad de ese cuidado, y termina achacándole mala calidad a los sectores populares. Ni tanto ni tampoco. Con más recursos en las familias hay más posibilidades de externalizar del hogar algunos de estos cuidados del hogar. No es todo o nada. No es que si cuidan no trabajan y si trabajan no cuidan. Además el cuidado es trabajo no remunerado. Pero se ve en los datos que hay menos posibilidades de externalizar algo de este cuidado y de llevarlo a la esfera pública o tomar sustitutos en algunos de estos cuidados en los sectores de menores recursos, y más posibilidades en los sectores de mayores recursos porque hay una trabajadora doméstica o porque pueden externalizar en el momento en que padres y madres están en el mercado de trabajo. Es interesante que en la Ciudad de Buenos Aires las madres participen del mercado de trabajo mucho más que en el promedio del país. Pero a las 16.30 las madres que trabajan paran de trabajar remuneradamente (que coincide con el tiempo del colegio), mientras que los padres paran alrededor de las 20 y esto implica que los ingresos o la carrera profesional de las mujeres se tiene que hacer compatible con eso.

Ahora hay una idea de que los padres son mucho más participativos. ¿Es real?

Esquivel: El dato es que el 20 por ciento de los padres que cuidan tienen mucha participación y poco tiempo cada vez que participan. El 70 por ciento de los padres de niños y niñas entre 0 y 18 cuidan en algún momento del día, pero poquito.

¿Qué pasa en los sectores populares?

Eleonor Faur: Profundizamos la encuesta de uso de tiempo con entrevistas enfocadas en los sectores populares e intentamos acercarnos más a la vida de las mujeres. Recorrimos dos barrios: La Boca, uno de los más pobres de la Ciudad de Buenos Aires, y otro de San Miguel del conurbano bonaerense. Son barrios populares, pero diferentes. Encontramos 31 mujeres y un hombre a cargo de sus niños. Encontramos que las formas en las que organizan el cuidado las mujeres se relacionan con las posibilidades que encuentran en el mercado de trabajo, los servicios de cuidado de sus barrios, la estructura familiar que tienen. Por ejemplo, una jefa de hogar con niños es muy raro que sea una madre de tiempo completo. Tienen que encontrar estrategias alternativas para el cuidado de los niños que no son sencillas de conseguir. Lo que más hay son jardines de infantes y después hay –menos– centros de desarrollo infantil, y prácticamente no hay otro tipo de servicios. En algunos barrios hay jardines comunitarios.

Las mujeres piden más jardines maternales...

Faur: Es una demanda social muy importante que se expresó masivamente en las mujeres de La Boca. Aquellas mujeres que deciden mandar al jardín a sus hijos en edades tempranas hacen un recorrido largo, tedioso y a veces infructuoso.

Sin embargo, no está en la agenda pública a pesar del nivel de dramatismo que tiene para las mujeres no encontrar jardines maternales...

Elizabeth Jelin: Porque está tan interiorizada la idea de que la que cuida es la madre que hay poca organización barrial reclamando. No se juntan diez madres para ir a protestar pidiendo un jardín maternal. Se piensa que cada madre está al cuidado de su hijo. La otra cuestión ideológica y cultural es que si se deja el hijo al cuidado de otra no es tan buena madre. Cuidar a sus hijos es, también, darles de comer. Hay una tensión entre los recursos que se necesitan para darle a ese chico. La madre se levanta a las cuatro de la mañana para conseguir vacante pero no se encuentran acciones colectivas. Se sigue pensando que es una responsabilidad materna.
Faur: Sí encontramos alguna mujer que recurría al sistema judicial, pero no para conseguir vacante sino para conseguir un certificado de violencia familiar para que le den una vacante en la escuela donde estaba, en lugar ocho o diez antes de conseguir ese certificado. Tienen que tener ciertas condiciones para conseguir esa vacante. De todas maneras, en la Ciudad de Buenos Aires se ha posicionado el tema por una organización no gubernamental que ha recurrido a la Justicia pero no como una demanda de mujeres.
Esquivel: Hay un sector social que está resolviendo su cuidado de manera privada, entonces no lo transforma en demanda porque pueden pagar la oferta privada o la empleada doméstica.

¿Ahí está la diferencia de clases?

Faur: Si una pensara en un abanico de alternativas para distintas mujeres y a qué instituciones recurren en el cuidado de los hijos se da cuenta de cuánto recurren a sus familias, cuánto pueden externalizarse en servicios estatales o públicos y gratuitos o cuánto puede privatizarse. Las mujeres más pobres familiarizan el cuidado en una altísima proporción; otras mujeres luchan por conseguir una vacante en el jardín público y las mujeres que lo pueden pagar –con mejores posibilidades en el mercado de trabajo– pagan por servicio doméstico o por jardines de infantes privados o superponiendo las dos estrategias. Las diferencias sociales son muy amplias. El cuidado infantil es un vector de la desigualdad social y de género muy significativo y que está invisibilizado, porque se supone que lo hacemos las mamás y punto.

¿Qué pasa cuando el cuidado recae en las niñas en su rol de hermanas mayores?

Jelin: Esta feminización del cuidado se da, a veces, cuando la urgencia es grande para que la mamá salga a trabajar y que se perjudiquen las posibilidades de las nenas que se hacen cargo de las labores domésticas o cuidan a los hermanitos. Lavar el baño, hacer las compras o preparar la comida son formas de cuidado indirecto. Yo he encontrado nenas de 8 años cocinando en cocinas a kerosén en un lugar cerrado.
Faur: En la investigación un papá refiere que deja a los dos menores con la mayor, que tiene seis años, y dice: “Es como una mamá, ¡es divina!”. Hay situaciones apremiantes. Es importante no caer en la culpabilización de los padres. Este papá que está buscando no logra acceder a su vacante, a veces los deja mirados por una vecina (porque como no le puede pagar no le puede pedir un cuidado permanente), va a comedores y ahí aparece el cuidado de niñas a sus hermanitos como una situación de emergencia. Es una realidad dura para las niñas.
Jelin: Es probable que esta nena falte más a la escuela que otras nenas de seis años y que esto le afecte sus oportunidades y sus capacidades educativas.
Faur: Una pone la lupa en el cuidado atravesándolo desde un enfoque de género y cómo se confina, a veces, a las mujeres a cierta tarea y dificulta niveles de autonomía mayores. Pero no todas las mujeres tenemos las mismas posibilidades. El cuidado aparece como una categoría de desigualdad social muy potente.

En la clase media se vive cada vez menos en grandes familias y hay más mujeres solas...

Jelin: Sabemos que los hogares son cada vez más chicos. Hay muchas profesionales divorciadas con hijos chicos y nos las arreglamos con recursos económicos para pagar cuidados. Mientras que las abuelitas de clase media están haciendo una cantidad de cuidado, no necesariamente por necesidad económica sino porque les gusta y porque también hay una idea de calidad de cuidado. Hay abuelitas que –aunque no convivan– igual cuidan, y está la posibilidad de pagar jardines de infantes y de tener personal doméstico. En los sectores medios la dependencia de la provisión de servicios públicos es menor que en los sectores populares.

¿Por qué el cuidado sigue recayendo tanto en las mujeres?

Esquivel: El 12 por ciento de todo el cuidado es provisto por mujeres que no viven en el hogar –familiares, tías–. No sabemos cuánto es el cuidado provisto por instituciones o trabajadoras domésticas. Pero del cuidado no remunerado se ocupan mujeres que a su vez pierden la chance de conseguir trabajos remunerados. El cuidado es una dimensión para leer las diferencias sociales, pero además las sobreimprime y las refuerza.

¿El poco tiempo de cuidado de los padres cambiaría si cambia la licencia por paternidad, que hoy no llega a un fin de semana largo?

Faur: Simbólicamente es importante incrementar la licencia por paternidad. Es anacrónico que los varones tengan dos días en el sector privado. En distintos sectores de ocupación del empleo tienen distintas licencias, por ejemplo, en el Estado suelen tener más plazo. De todas maneras, las licencias por paternidad sólo cubren el sector formal de la economía. Es una población limitada la que tiene acceso a las licencias. Igual, aunque se aumenten en cinco días no hace a un cambio real en la disponibilidad del papá en poder atender a los niños. Son cambios necesarios porque hacen justicia, pero después hay otras tramas para seguir avanzando para que los varones participen más de la crianza de los hijos.
Jelin: Las licencias son para el momento del nacimiento. Pero al nene hay que cuidarlo muchos años. Y el tema es todo el resto del tiempo y no solamente el comienzo. Ahí las condiciones del mercado de trabajo son fundamentales. Es necesario disminuir las jornadas laborales, que son muy extensas. El tema del cuidado apunta a transformaciones del mercado de trabajo. A las trabajadoras en shoppings les tocan los turnos en beneficio de las empresas, no cuando les viene bien a ellas, que tienen que cuidar a los hijos. Pero la organización del cuidado y el mercado laboral no está para nada en la agenda pública. Tampoco en la demandas sindicales.
Esquivel: El mercado de trabajo funciona como si ni madres ni padres tuvieran responsabilidades de cuidado. El esfuerzo de cubrirlas queda del lado de las madres. Pero se necesitan horarios menos extensos y un mercado de trabajo que reconozca que madres y padres tienen responsabilidades de cuidado porque si no, de nuevo, enfatizás los horarios reducidos para las madres y se vuelve simbólicamente a decir que el cuidado es responsabilidad de las madres, y no es así.

Un trabajo además del trabajo

  • Doble trabajo: 65 por ciento de las mujeres porteñas trabajan, pero el cuidado de niños, niñas y adolescentes está a su cargo
  • Un tema de mujeres: En la Ciudad de Buenos Aires, el 75 por ciento del total del cuidado infantil es provisto por mujeres y sólo el 25 por ciento por varones.
  • A destiempo: Los padres dedican al cuidado infantil un promedio de casi una hora y media por día, mientras que en el caso de las madres ese tiempo se ubica por encima de las tres horas y sube a cinco si en el hogar hay niños o niñas de edad preescolar, y en el caso de los varones a dos horas si sus hijos son menores de tres años.
  • Otra ocupación: Las madres y padres no ocupados dedican en promedio un tiempo similar al cuidado infantil (un poco más de cuatro horas diarias).
  • Adolecen de tiempo: En el caso de los adolescentes los padres les dedican solamente once minutos y las madres media hora.
Fuente: Distribución del tiempo de cuidado de niños y niñas en hogares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el capítulo de Valeria Esquivel de Las lógicas del cuidado infantil entre las familias, el Estado y el mercado.

¿Quiénes cuidan?

  • 60 por ciento: madres
  • 20 por ciento: padres
  • 12 por ciento: mujeres no residentes en el hogar
  • 4 por ciento: otras mujeres del hogar
  • 3 por ciento: varones no residentes en el hogar
  • 1 por ciento: otros varones del hogar
 

      
 
 


            

lunes, 27 de agosto de 2012

Proponen habilitar la “denuncia solidaria” por parte de terceros en casos de violencia familiar

Dos proyectos de ley sobre violencia familiar, que proponen habilitar la denuncia por parte de terceros y de niños y adolescentes, fueron presentados por los senadores Aníbal Fernández y Elena Corregido.

Las propuestas contemplan también imponer castigos a funcionarios públicos que teniendo que haber actuado ante las denuncias de violencia familiar no lo hayan hecho, explicaron los legisladores durante una conferencia de prensa en el Senado.
También establecen la creación de un registro nacional de deudores alimentarios en mora y plantean restricciones para estas personas como el impedimento de obtener o renovar el pasaporte, las licencias de conducir, tarjetas de crédito o la apertura de cuentas bancarias.
Quienes adeuden cuotas alimentarias tampoco podrán conseguir habilitaciones para aperturas de comercios o industrias o desempeñarse en cargos públicos, así como tampoco obtener concesiones, permisos o licitaciones.
El oficialismo aspira a que ambas iniciativas, que serán presentadas mañana en la mesa de entradas del Senado, sean tratadas en comisión a la brevedad para ser sancionadas antes de fin de año, adelantó Fernández.
La primera de las leyes propuestas, denominada de protección, sanción y erradicación de la violencia y abuso de poder en el grupo familiar, determina que las denuncias podrán hacerse ante cualquier instancia judicial, policial o administrativa de la Nación, las provincias o los municipios, y que podrá solicitarse la reserva de identidad del denunciante.
Agrega que los niños y niñas y adolescentes podrán denunciar “por sí los hechos que los afectan” ante cualquiera de estos ámbitos y que los testimonios podrán ser verbales o escritos e incluso por vía de correo electrónico o en lenguajes alternativos en el caso de personas discapacitadas.
El proyecto incorpora también la llamada “denuncia solidaria” para que terceros o “todos aquellos que se sientan afectados” por una situación de violencia puedan efectuarla sin necesidad de la presentación de pruebas.
Corregido informó que se abrirán cursos de capacitación para todos los ámbitos del Estado encargados de recepcionar las acusaciones para que los agentes “estén preparados sobre cómo actuar ante una víctima de este tipo de delitos”.
“El principal objetivo es excluir al denunciado del hogar para poner fin lo antes posible a este tipo de situaciones”, explicó Fernández, quien agregó que se dispondrá el impedimento de la portación de armas para los denunciados que las posean.
Fernández admitió que “todas las leyes que se puedan hacer” en este sentido “son insuficientes” pero consideró que si se aprueban estas propuestas serán “herramientas contundentes” en la lucha contra la violencia familiar.
“Lo primero que tenemos que hacer es proteger a la familia de aquel que comete este tipo de abuso de poder”, sostuvo el senador del Frente para la Victoria y se mostró confiado en que el resto de los partidos políticos “acompañará” estas iniciativas.
Fernández advirtió que “no se puede esperar ver más muertes para conmoverse” y destacó el hecho de que los niños “puedan ser oídos” cuando padecen hechos violentos en el seno de la familia.

En el caso de terceros o funcionarios públicos “obligados a denuncias y que omitieren cumplir con dicha obligación se les impondrá una multa diaria equivalente al uno por ciento del sueldo básico de un juez por cada día de demora o pena de arresto de hasta diez días”.
“Si se tratara de un superior jerárquico la multa será de hasta el diez por ciento del sueldo de un juez y la pena de arresto será de hasta 30 días”, agrega el texto de la iniciativa a la que accedió Télam.
La norma contempla la adopción de “medidas de protección” luego de efectuada la denuncia, como la exclusión del denunciado del hogar y disponer alimentos provisionales a favor del damnificado cuando el excluido fuese el sostén principal del hogar.
En el caso de que no permaneciere en el domicilio, se fijará para el damnificado un domicilio diferente para “protegerla de posibles agresiones” o se la ingresará a casas de refugio, hogares alternativos y hoteles.
Además, prevé programas de prevención en medios de difusión masiva, la creación de un registro estadísticos sobre denuncias por violencia familiar y la inclusión de planes de atención y tratamiento en obras sociales y empresas de medicina prepaga.

sábado, 21 de julio de 2012

UNA DE CADA TRES HOGARES ESTÁ SOSTENIDO POR UNA MUJER

Una de cada tres familias neuquinas está sostenida por una mujer. Así surge del último censo, que además revela su crecimiento relativo en la provincia: en 2001, sólo el 27% de los hogares tenían una jefa de hogar, mientras que hoy alcanzan el 34%.

Más allá de los porcentajes, se trata de casi 60 mil mujeres que todos los días deben trabajar para mantener sus hogares. De ellas, 40 mil no están en pareja, mientras que el resto sí convive con otra persona.
Según la fotografía que otorga la estadística, la mayoría tiene entre 25 y 64 años y tiene hijos a su cuidado. Aunque el censo no lo diga, las mujeres suelen más vulnerables que los hombres al empleo en negro y se ven claramente desfavorecidas en cuanto al salario. Su tasa de actividad, según el INDEC, es más baja que la de los hombres, ya que muchas de ellas quedan recluidas al hogar por el imperio de una cultura machista. Aunque esa tendencia de familia patriarcal parece estar dando paso a otro tipo de esquemas.

Cambios


“La sociedad contemporánea está viviendo importantes cambios económicos, sociales y culturales que se manifiestan en la familia”, explica el economista de la UNCo Humberto Zambon. “El antiguo prototipo de familia nuclear, propio de una sociedad patriarcal, con el hombre aportando económicamente con su trabajo fuera del hogar mientras la mujer desarrollaba su actividad dentro -realizando los quehaceres domésticos y la crianza de hijos- ha dado lugar a otro prototipo, resultado del avance en la igualdad de los sexos, donde ambos contribuyen económicamente en el sostenimiento familiar y en la realización de las tareas propias del hogar, incluyendo la relación y la responsabilidad con los hijos”, explica el especialista. “Simultáneamente, también ha crecido el número de familias monoparentales”, asegura a E&E, a través de una consulta vía correo electrónico.
Esta última puede ser una de las claves de la emergencia de la mujer como cabeza de familia, ya que la gran mayoría no vive en pareja. No necesariamente se trata de personas divorciadas (sólo 9 mil de las 40 que viven solas lo están), sino que gran parte (unas 18 mil) son solteras. Otras 9 mil, en tanto, son viudas, algo que acentúa a medida que avanzan en edad.
Aun así, el incremento de neuquinas a cargo de sus hogares también puede tener explicaciones metodológicas.
“Como un resabio de época anterior, figura como jefe de hogar el hombre (pensando en quien lo sostiene económicamente) cuando por lo menos en la mitad del total de las familias censadas debería figurar “ambos cónyuges”, sostiene Zambon. “El crecimiento numérico de la mujer como jefa de hogar es correlativo con el incremento de las familias monoparentales que, según estadísticas mundiales, se presenta en una relación 9 a 1 a cargo de la mujer frente al hombre”, detalla.
De hecho, según reveló Roxana Cuevas, coordinadora conceptual del censo al matutino Página 12, el concepto de jefe de hogar nace en parte de la propia percepción que el entrevistado tiene sobre su situación. “Si bien nosotros, cuando hicimos el censo, no fuimos con ninguna definición como ser que el jefe era el que ganaba más plata o cosas por el estilo, es cierto que todavía siguen vigentes patrones culturales ancestrales machistas”, sostuvo. Esto permite inferir que la cantidad de jefas de hogar podría ser mucho mayor.

Desfavorecidas


Si bien las mujeres cada vez ocupan más espacios en el mercado laboral, aún siguen rezagadas en comparación a los varones. En Neuquén, la mitad de ellas permanece inactiva, en parte, debido a la desigual distribución de la carga de las actividades domésticas y el cuidado del hogar.
La diferencia entre la tasa de actividad entre ambos sexos es del 28%, siete puntos por debajo del promedio nacional, que es del 35%. La brecha se da no por la presencia de las neuquinas en el mercado laboral (49%), sino por la baja participación de los varones, que alcaza el 68%.
A su vez, son las mujeres de la provincia quienes más padecen la desocupación. La tasa de desempleo es del 9% para ellas, frente a un 5% para los varones.
Los datos surgen de un exhaustivo análisis de la situación de la mujer en el mercado laboral que realizó el Centro de Estudios, Mujeres y Trabajo de la Argentina (Cemyt), que forma parte de la CTA, y que registró la situación entre 2003 y 2009.

Desigualdad


A nivel nacional, existen además varias incidencias particulares del mercado laboral femenino. Las mujeres ganan, en promedio, un 24% menos que los varones en iguales posiciones. La desigualdad de ingresos según género se mantiene sin importar la edad ni el nivel de estudios.
Sólo el 4% de las argentinas que trabajan en empleos remunerados desempeñan cargos directivos. En el caso de los hombres, la cifra se duplica, ya que el 9% de ellos accede a puestos de conducción.

FUENTE: LA MANAÑA DE NEUQUÉN - Por Roberto Aguirre

domingo, 29 de abril de 2012

  MESA DEBATE " ASESINADAS EN NOMBRE DEL AMOR" (FERIA DEL LIBRO, BUENOS
 AIRES)

 FEMICIDIO


En la Cámara de Diputados de la Nación se acaba de dar media sanción
al proyecto de incorporar al código penal la figura de “femicidio”,
como efecto de la visibilidad de los crímenes de mujeres que forma
parte de la estrategia de incidencia política del feminismo. Para que
fuera posible mirar los asesinatos de mujeres de esta manera, hizo
falta dejar de naturalizar la violencia en las relaciones
interpersonales como exceso pasional, y a la vez dejar de ver estos
casos como crímenes individuales y percibir el patrón colectivo que
los posibilita.

Cuando el psicoanálisis tradicional aplica a las mujeres que sufren
violencia la caracterización de “masoquistas”, las hacen
corresponsables como víctimas, poniendo énfasis en el vínculo como si
fuera patológico e involucrara a una pareja que se vuelve así
“anormal”. Pero la crítica feminista precisamente va a poner el foco

en las estructuras de dominio y de poder que hacen de toda mujer, por
su mera condición de mujer, un sujeto vulnerable a la violencia como
reaseguro de la posesión y el sometimiento.

Las acciones de violencia sobre una mujer pueden llevar a esa mujer a
la muerte; pero las palabras para describir esa violencia nos ponen en
peligro a todas. El propio hecho de comunicar los episodios de
violencia extrema y los femicidios en los medios masivos de
comunicación tienen efectos paradojales. Ante las noticias difundidas,
muchas mujeres relatan que sufren amenazas de que les va a pasar lo
mismo si no son dóciles, o se minimizan sus quejas porque la violencia
que sufren no es comparable a la que toma estado publico, o los
victimarios imitan como por contagio los mecanismos violentos. Este es
el caso, a partir del resonante episodio del baterista de
“Callejeros”, con la difusión de varones que prenden fuego a las
mujeres, episodios que se agudizan multiplicándose cuando son
difundidos. Imaginemos el efecto si además estos crímenes permanecen
impunes. Su difusión, lejos de darle recursos de advertencia a las
posibles víctimas, refuerzan la posición del victimario.
Sin embargo, el avance en las políticas públicas contra la violencia,
la aceptación del Estado del papel que le cabe en garantizar la
integridad de las mujeres como condición de su ciudadanía, comenzó
precisamente con un femicidio de gran repercusión: el asesinato de
Alicia Muñiz por parte de Carlos Monzón. El reconocimiento público de
las figuras involucradas le dio una trascendencia al hecho que pronto
pasó a ser debate sobre la violencia doméstica.
Recién a partir de este caso comenzaron a crearse áreas de atención, y
a apoyarse a las organizaciones de mujeres que venían luchando contra
este flagelo a través de grupos de autoayuda pero sin recursos
estatales como dispositivos de salud y de refugio. Mar del Plata, el
lugar donde había ocurrido este hecho, fue escenario también de otro
escalofriante episodio femicida: el asesinato de prostitutas que se
atribuyó a un inexistente “loco de la ruta”, pero que luego de una
cuidadosa investigación llevada adelante por un juez local, reveló la
trama de corrupción policial, judicial y política en la explotación de
la prostitución.
¿Podríamos llamar a estos episodios “femicidio”? Curiosamente, entre

los agravantes que acaban de votar los diputados y diputadas, figura
el odio racial o la homofobia, pero la condición de prostitución y
trata de personas no figura. Evidentemente es costoso pensar la
prostitución como una forma de violencia, por eso el aliento oficial a
quienes hablan de “trabajo sexual”, ya que de esta forma el
prostituyente, por efecto de un eufemismo, se transforma en “cliente”,
y el dinero de la transacción elimina el gesto violento de transformar
un cuerpo en mercancía.

sábado, 31 de marzo de 2012

Guía de recursos: Violencia en la familia

En esta "Guía de Recursos de Asistencia", encontrarás toda la información necesaria sobre la ayuda a mujeres víctimas de violencia y/o trata, en Argentina.


Para ver o descargar el documento, hacer CLICK sobre la imagen.























viernes, 23 de marzo de 2012

Espacio privado

La obra de Virginia Woolf ayuda a comprender la condición intelectual de la mujer a lo largo de la historia.
Los obstáculos impuestos por la sociedad patriarcal a la educación de la mujer embargaron su independencia. Virginia abogó por ese espacio de libertad personal, económica y social que les permitiera a las mujeres desarrollarse plenamente.




Espacio de libertad personal, llamado “Espacio privado”, es el lugar y el tiempo propio que no se dona a otras personas, que se procura para sí mismas, alejadas del espacio doméstico o del público; es ese espacio en el que las personas se cultivan para proyectarse.


a las 16:11

domingo, 19 de febrero de 2012

Islandia, el mejor país del mundo para ser mujer

 
Guarderías en las universidades para las madres estudiantes, hombres con bajas de paternidad de tres meses, una mujer dirigiendo el país… Otro tipo de sociedad es posible.

Islandia –ese bloque de lava subártico vecino de Groenlandia, conocido por un volcán de nombre impronunciable, una cantante (Björk) tan genial como extravagante y, recientemente, por su desafío a la banca– ha sido elegida por un estudio realizado por la revista Newsweek, como elmejor país del mundo para ser mujer. ¿Razones? Un riguroso índice confeccionado con datos del Foro Económico Mundial y de la Organización de las Naciones Unidas, que mide el ámbito jurídico, la salud y la educación, así como la participación de la mujer en el ámbito laboral y político, demuestra, con datos objetivos, que las islandesas llevan la ventaja. En esa misma lista España ocupa el puesto 44 (por detrás de países como Albania, China y Trinidad y Tobago). No es Eurovisión, es la calidad de vida de las mujeres, y si los islandeses tienen 100 puntos, los españoles 79.
¿POR QUÉ?
Para empezar, porque tienen el mayor índice de natalidad de Europa, pero también elmayor porcentaje de mujeres trabajando fuera de casa. ¿Cómo es posible? ¿Milagros vikingos? Desde luego, Islandia “is different”. Es el país del mundo donde la gente compra más libros per cápita, el único miembro de la OTAN que no tiene ejército y el agua caliente llega a todas las casas, directamente, desde las cañerías naturales de las entrañas volcánicas. Pero volviendo a la cuestión de género: el año pasado, el Gobierno prohibió que las empresas se lucraran con la desnudez femenina. De este modo, se propinó un fuerte golpe a la industria de la explotación sexual. Declararon ilegales los clubes de striptease, criminalizaron el consumo de prostitución y adoptaron el modelo austriaco con respecto a la violencia doméstica, donde es el perpetrador quien tiene que irse del domicilio familiar, y no al revés. Además, el Foro Económico Mundial lo considera uno de los países con mayor participación femenina en política –el 45%–. De hecho, Islandia eligió a la primera mujer presidenta del mundo (una madre soltera). Fue hace 28 años y ostentó el cargo durante 16. En 1983 se creó el poderoso Wome’s Alliance, un partido feminista que llegó a conseguir seis escaños de los 63 existentes en ese momento. Una de sus miembros, Ingibjörg Sólrún Gísladóttir, fue alcaldesa de Reykjavik hasta 2003 y, en la actualidad, la primera ministra del país es una mujer abiertamente homosexual. Johanna Jingudardottir ocupa su cargo desde 2009 y fue elegida en las elecciones que sucedieron a la bancarrota islandesa. Recientemente, afirmó sentirse muy orgullosa del informe del Newsweek: “No solo en lo que atañe a las mujeres, sino porque la igualdad de género es el mejor indicador de la calidad de una sociedad“. Una de las primeras medidas que tomó fue ampliar el permiso parental, uno de los más avanzados del mundo, ya que en Islandia se conceden tres meses intransferibles a cada progenitor (y nueve más, que se reparten a voluntad).
ENCUENTROS

Estamos a 11 grados bajo cero y todavía es de noche (aunque sea mediodía) en Reikjavik, la capital del “paraíso femenino”. Katrin Juliusdottir, ministra de Industria, Energía y Turismo, nos recibe con un cálida sonrisa en una mañana un tanto desapacible: “Me encanta este clima, ponemos la casa con velas para desayunar y a mis hijos les hace muy felices”, nos comenta mientras nos hace pasar a su despacho. Ella era muy pequeña cuando las calles de la capital de Islandia se llenaron de mujeres reclamando igualdad. Fue el 24 de octubre de 1975, cuando el 90% de las mujeres de Islandia se declararon en huelga para denunciar la desigualdad entre géneros. Esta muestra del poder femenino volvió a repetirse en 2011, cuando una gran marcha inundó las calles de Reykjavik reviviendo el espíritu de las proclamas de 1975. A pesar de la gran tormenta de nieve que ese día golpeaba la isla, más de 50.000 mujeres de todas las clases sociales (un tercio de la población de islandesas) se lanzaron a la calle para reclamar la igualdad salarial y el fin de la violencia de género. Aquella histórica marcha del 75, de la que formó parte la madre de la ministra, cambió el rumbo de la isla e “hizo tomar conciencia de la necesidad de una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres, –afirma Katrin–. Hoy contamos con guarderías junto a las universidades para que las mujeres que lo deseen puedan continuar sus carreras universitarias sin que tener un hijo sea un problema. Yo misma llegué a mi posición política siendo madre soltera y creo que es muy importante que la maternidad no signifique tener que elegir entre tu vida profesional o tener hijos”. Hoy, la ministra de Energía espera gemelos, pero tuvo su primer hijo a los 24 y lo crió sola mientras se construía una carrera política.
En una universidad española, una alumna embarazada es poco frecuente; en Islandia, no solo es habitual ver en la cafetería a chicas embarazadas, sino a otras amamantando y todos los bebés son bienvenidos. Lo sabe Stella Olafsdottir, que nos espera en la Universidad de Reikjavik. Entre los verdes campos y los edificios de diseño minimalista de las facultades se encuentran tres edificios que funcionan como guarderías para los niños de los estudiantes. Ella es antropóloga y también profesora infantil. “Los 64 niños que cuidamos son hijos de estudiantes de la universidad”, nos comenta mientras un enjambre de pequeños niños rubios se sienta a la mesa entre risas y juegos. “En la guardería les damos de desayunar y de comer con un coste para los estudiantes de 62 € al mes y de 125 € para los trabajadores”.
Al preguntarle su opinión sobre el paraíso islandés, sonríe: “Tenemos muchos beneficios que otras mujeres no poseen, pero debemos seguir luchando”. Suena el timbre del fin de las clases y Stella se va a toda velocidad: “Tengo que recoger a mi pequeño, que también está en la guardería. Mi pareja es diseñador gráfico y ahora está en clase, así que hoy voy yo a buscarlo”. El papel de los hombres en esta sociedad también ha cambiado, “ellos han tomado conciencia de lo hermosa que es la paternidad”, afirma Hrefna Rosa, la única mujer, que a sus 31 años, es dueña (y chef) de dos de los restaurantes más ‘in’ de la ciudad. “Muchas de mis amigas que son madres trabajan y sus parejas están en casa cuidando de los niños. Lejos de considerarlo algo malo, ellos están felices con su paternidad”, señala Hrefna. El mejor ejemplo es ella misma:Herfna tiene un bebé y es su pareja la que se ocupa la mayor parte del tiempo de él.
En uno de los elegantes cafés del centro de la ciudad nos encontramos con la escritora Audur Ava Olafsdottir. Desde que su novela ‘Rosa Cándida’ (Ed. Alfaguara) ha sido traducida al castellano, ha crecido su popularidad entre los lectores españoles. Ella está de acuerdo con Hrefna. “Islandia es un paraíso también para los hombres porque ellos son padres y todos estos derechos sociales son buenos para ambos”, explica, mientras observa la vida pasar desde la cristalera del café.
En su última novela el protagonista es un hombre muy joven que descubre la paternidad por accidente. Audur cree que “si los padres descubren que ser padre es, realmente, un privilegio, el mundo entero cambiará”. Hoy en las calles de Islandia, es habitual ver a grupos de hombres paseando con sus hijos y cuidando de ellos.

LAS SOMBRAS

Birgitta Jonsdottir coincide con Katrin en la búsqueda de la igualdad: “Somos un modelo experimental para el mundo y hemos avanzado mucho tras la enorme crisis financiera en la que el papel de la mujer se ha visto reforzado, pero no podemos perder de vista la clave de una sociedad: que realmente sea igualitaria”.
Pero en todo paraíso siempre hay problemas y las islandesas son muy conscientes de ellos. “Para avanzar hay que ser críticos. Aún existe una desigualdad salarial importante entre hombres y mujeres, en muchos casos del 10%, y nos preocupa la violencia de género“, añade Katrin, mientras repasa las estadísticas sobre abusos sexuales. En la asociación sin ánimo de lucro Stigamot conocen muy de cerca este drama. “En Islandia, entre un 10 y un 20% de mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual”, afirma Steinunn Gudjonsdottir, director del proyecto del refugio que coordina la Asociación para víctimas de violencia. “Estamos lejos de la igualdad de género. Hemos avanzado mucho, pero no es suficiente”, concluye con gesto firme esta islandesa de 29 años. La ONG de la que forma parte lucha desde hace dos décadas para hacer visibles, entre otras, lacras como la violencia doméstica, el incesto y las violaciones llevadas a cabo dentro de unidad familiar o por amigos cercanos.
Por fin comienza a ‘amanecer’ (cerca de la una de la tarde, mientras el sol brilla en Madrid) y Katrin, en su despacho del ministerio, esboza una sonrisa mientras acaricia su tripa de embarazada: “Lo mejor de ser mujer en Islandia es que puedes ser tú mismaTengo la libertad de seguir eligiendo mis propios sueños”. Y no es una suerte, aquí ellas se lo han ganado.
Fuente: http://www.hoymujer.com/Hoy/Trabajo/Islandia-paraiso-para-mujeres-662907012012.html

miércoles, 11 de enero de 2012

El agresor es un delincuente...



La violencia en el hogar se produce cuando alguien se cree con el poder de abusar de otro u otros, cuando ocasiona un daño físico, psicológico o económico a otro miembro de la familia.





Un interesante artículo del Presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia.

Lo que busca toda violencia es la anulación del otro. Y no necesariamente en términos físicos, sino también la anulación identitaria. Si partiéramos de la base ideal de que una relación entre dos personas es simétrica, la violencia siempre va encaminada a modificar ese equilibrio, a que a través de la fuerza se anule el porcentaje de influencia de la otra persona. En el caso de violencia hacia la mujer se da otro componente importante, que es el de la posesión y que va encaminado a dominar e imponer totalitariamente una serie de parámetros. ¿Por qué? Porque tradicionalmente el hombre ha sido educado en base a la idea de que la mujer, de alguna manera, le pertenece, es inferior o es algo que puede manejar. Los agresores usan ese presupuesto ideológico para justificar la violencia que ejercen.
El agresor, en principio, no es un enfermo pero sí es un delincuente, tal y como están establecidas las leyes.
«Los hijos son receptores de esa violencia aunque no reciban ninguna bofetada»

Los hijos son siempre receptores directos de la violencia aunque no hayan recibido una bofetada, ningún zarandeo, ni una mala respuesta.
De entrada, son espectadores de un clima de estrés, de tensión...
Eso les afecta porque no saben interpretarlo. Se contaminan los procesos de referencia que tiene el niño a la hora de construir su conducta o su propia personalidad. Diría que el efecto traumático puede ser más grave incluso cuando el padre trata con cariño a los hijos de manera clara y luego agrede de manera evidente a la madre.
La sintomatología psicológica en los niños, es similar a la de las madres: estrés postraumático, trastornos de ansiedad, desordenamiento de la conducta. En cuanto a la transmisión intergeneracional del maltrato, existe la posibilidad de que los niños masculinos repitan el patrón del agresor y las niñas el de la víctima, pero es un fenómeno que no se da siempre. Hay una serie de factores de riesgo, y haber sido expuesto a la violencia en la familia de origen es uno de ellos, pero no es determinante. Hay otros factores que son sociales, como cualquier código machista, una educación autoritaria.

Andrés Montero Gómez
Psicólogo
Presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia